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“No me digas que me amas. No nos vamos a entender. Dime qué quieres hacer conmigo”

Encuentro con David Testal: El amor en la pareja

Presentar a David Testal no es tarea fácil. Quizá visitando su web os podáis hacer una idea de quién es. O quizá no. Creo que esto último es lo más probable. Si habéis leído su libro “Si fueses pájaro lo entenderías” probablemente ya sabréis que David es un alma vieja, un alma antigua… De esas que te tocan, si te dejas tocar. No creo que haya mucho más que podamos saber de él.

Si le preguntáis a él quién es, no creo que corráis mejor suerte. Sabe bucear en las palabras.

¿Hablamos de amor?

Mejor no. Hemos pactado hablar de la pareja. Prefiero hablar de la pareja, que es una manera de hablar de cómo nos relacionamos. La pareja simboliza para mí el baile alquímico, la colaboración creativa.

Del amor me es imposible hablar, no sé lo que es el amor. Deberían prohibir esa palabra. Querría evitar hablar de amor. Nadie sabe de lo que habla otro cuando habla de amor.

Si alguien te dice que te ama, por ejemplo, no tienes ni puñetera idea de lo que te está diciendo. Si das por sentado que lo entiendes, creerás que esa persona está sintiendo por ti lo mismo que tú sentirías si fueses tú quien lo dijera. Pero en realidad no lo entiendes.

Soy partidario de hablar de cosas concretas. No me digas que me amas, porque no nos vamos a entender. Dime qué quieres hacer conmigo.

¿Entonces el amor implica que quieran hacer algo contigo?

No… implica… Sí, por supuesto. Claro.

(Risas)

(Risas)

Bueno, no sé, porque en tu pregunta está otra vez la palabra amor, y no sé lo que es para ti. Pero sea lo que sea, es un sentimiento que despierta cosas concretas en ti, el deseo de hacer cosas con alguien, u otros sentimientos, sentimientos concretos.

Esos sentimientos concretos son los que me interesan. Puedo no querer hacer algo con alguien, pero ponerme contento sólo por saber que esa persona existe. A eso lo podríamos llamar amor si quieres. ¿Quieres vivir con esa persona? ¿Te gustaría tener una relación íntima con esa persona? No, simplemente te alegras de haberla conocido y de saber que existe. Eso sí es algo concreto. Ahora, si me dices sólo que la amas, ya no sé a qué coño te estás refiriendo.

Así que existe el mismo número de definiciones del amor que de personas.

Si se le preguntara a todo el mundo, habría gente que aparentemente coincidiría en la manera de definirlo. Pero ni siquiera sabríamos cuál es la relación que cada cual hace entre la forma de expresar un sentimiento y lo que realmente siente.

Tú puedes expresarlo de una forma exacta a mí, con las mismas palabras, y que tu sentimiento interno sea totalmente distinto al mío. Con lo cual, no podemos saber si habrá gente que coincida. Y si aceptamos que cada cual traduce el mundo a través de sí mismo, y cada uno es único e irrepetible, entonces cada “amor” es totalmente distinto. Pero esto es lo que sucede cuando se habla de amor, ¿ves?, que no estamos hablando de nada.

¿Cómo tendría que comunicarse una pareja entonces para poder entenderse mejor? ¿Es posible entenderse?

Tendrían que no hablar. (Risas) Es cierto, es al hablar cuando dejamos de entendernos… Pero ya que vamos a hablar, hablemos de cosas concretas. Y si hablamos de una abstracción, definamos la abstracción. Si habláramos de cosas concretas, nos ahorraríamos un montón de dolor innecesario.Porque cuando hablamos en abstracto, puede llegar el momento en que te enteres de que eso (lo que sea) no significaba lo mismo para la otra persona.

Un caso que me encuentro a veces, por ejemplo… Dos personas que se encuentran, se gustan, se enamoran, y deciden que son pareja. Una de ellas sigue practicando sexo a veces con otras personas, sin contarlo, porque entiende que es parte de su privacidad, y supone que la otra persona tendrá su privacidad también, la cual no le incumbe.

Y la otra no lo hace, porque entiende que esto es un engaño, y da por supuesto que la otra parte lo entiende de la misma manera. Entonces un día se entera de que su pareja se está viendo con otros. Y dice “me has traicionado”.

Y sin embargo esa persona daba por sentado que podía hacerlo, que ambos incluso podían hacerlo, puesto que nadie había hablado de que eso estuviese prohibido, nadie había hablado de lo que tenían derecho a guardar en privado o no.

La pareja funcionaba, estaban enamorados, pero cada cual entendía la sexualidad de una manera, y nunca se habló. Y ahora hay dolor. Sin embargo ambos se decían que se amaban todo el tiempo, y ninguno de los dos mentía.

Desde el principio podríamos preguntarnos ¿qué pareja queremos ser tú y yo? ¿Qué pareja decidimos crear? Porque podemos ser juntos lo que nos dé la gana ser. Una pareja es una obra de arte única e irrepetible. Y para crearla con libertad, tenemos que ser concretos, atrevernos a serlo.

Entonces estamos hablando de construir algo como de la nada, de crear algo totalmente distinto, fuera de todos los convencionalismos, de todo lo que cada uno pensaba sobre lo que es o no es una pareja…

Las convenciones no las tienes que rechazar porque sí. ¿Tú hubieses inventado esa convención? Entonces acéptala, porque tendrá que ver contigo. Si es lo que más te gusta… ¿qué culpa tienes de que sea una convención?

Y si no la hubieras inventado, si no encaja con la forma en la que tú lo sientes, entonces crea otra vida para ti. Dirán que “no es convencional”. ¿Y qué? Esto no es motivo de orgullo, ni se trata de rebeldía o de distinguirse del resto, se trata simplemente de vivir a favor de uno mismo, no en contra de nada ni de nadie.

Entonces cuando tú estás con alguien, y le dices que le amas, ¿le tienes que explicar primero lo que significa para ti el amor? (risas)…

A veces dices te amo, aún sabiendo que no van a saber qué quieres decir. A veces te mueres por decir algo, incluso antes de saber lo que estás diciendo. De hecho “amarse” siempre consiste en descubrir juntos qué quiere decir para nosotros “amarse”. Así que, lo digas o no lo digas, lo importante es no dar por sentado que eso significa lo mismo para la otra persona, que te está entendiendo.

Y entonces me ciño a lo concreto, a lo que puedo hacer, y me encargo de que mi relación con ella sea la que exprese claramente lo que le digo cuando le digo que “la amo”. Es decir… tengo claro que es mi relación contigo la que expresa lo que siento por ti, y no lo que te diga que siento.

¿Y si en vez de hablar de amor, hablamos de enamoramiento? ¿El enamoramiento es algo que ocurre en el cuerpo, un proceso “biológico”, o es algo que podemos controlar?

¿Qué decido que es el enamoramiento para mí? Es algo que se produce en el cuerpo, sí, debido a una mezcla de fuentes que se nos escapan, pero se manifiesta en el cuerpo de forma concreta. Hay estudios sobre el cerebro que lo muestran. Se entra en un estado de locura transitorio. ¿Lo puedes controlar? Creo que siempre hay un instante en el que decides dejarte llevar, o te detienes. Aunque sea imperceptible para ti. No decides que te enamoras, decides que te lanzas al vacío, a esa entrega completa, porque intuyes de alguna manera que necesitas vivirlo.

Y una vez que has decidido dejarte llevar, pierdes el control, y para justificarlo crees que nunca lo decidiste.

Eso me ha pasado. Y he sido consciente de que me pasaba. De que podía hacer las dos cosas…

Y en esa decisión interviene un montón de información que estás valorando a nivel inconsciente. Utilizando la metáfora del desdoblamiento, del físico francés Garnier Malet, podríamos decir que una parte de ti, que sabe más que tú porque viaja por el tiempo, recoge datos y señales inalcanzables para la consciencia, y las valora visitando futuros posibles. Todo esto sucede en lo que para ti es un instante. Así también podemos saber, sin darnos cuenta, lo que la otra persona busca, aunque ella ni siquiera crea saberlo. Y sin que sepas cómo tienes la conclusión inmediata a modo de sensación: “me conviene” o “no me conviene”.

Con “no me conviene” no sólo me refiero a un aviso de que si me implico en ello me voy a hacer daño, sino a que de alguna forma estoy captando que la otra persona no busca lo mismo que yo. Entonces mi intuición me dice… “Nos paramos aquí. Nos ahorramos el drama”.

Y con “me conviene” no me refiero necesariamente a que vaya a ser agradable, sino a que te conviene para afianzar la idea que necesitas tener de ti mismo, por ejemplo, o para desarrollar lo que intuyes que necesitas desarrollar en este momento de tu vida, o para aprender de una puñetera vez lo que aún no has aprendido.

Todo eso son conveniencias que buscamos sin saberlo en el otro, obras de teatro que llevamos ya escritas y queremos escenificar. Y nuestro viajero en el tiempo valora enseguida si el otro estará dispuesto a interpretar el papel necesario para que nosotros podamos interpretar el nuestro.

¿Y si crees que esa intuición te está diciendo que sí, pero no das el paso?

Entonces es que te dijo que no. Tu intuición es la que te hace no dar el paso. Tu intuición tiene más datos de los que jamás podrás tener tú.

El intelecto, que para casi todo es muy tonto, es el que se pregunta antes si lo que está sintiendo tiene sentido o no, y es el que duda después si ha elegido bien o no.

Pero lo importante es que has tomado una decisión sin saber por qué, y eso es señal de que era lo que en verdad deseabas sin saberlo. “¿Por qué coño no di el paso?”, te preguntas. No lo sabes. Eso es la intuición.

¿Qué pasa cuando te enamoras de otra persona y ésta no te corresponde? Ninguno da el paso, pero sigues obsesionada, aún sabiendo que no quiere nada contigo…

Bueno, no lo sabes. No sabes si de verdad no es correspondido, o si la otra persona está sintiendo lo mismo que tú. Porque tampoco tú das el paso. Y si ninguno da el paso, nada será desvelado. Existirán motivos ocultos para que así sea, conveniencias ocultas. Lo que está claro en este caso es que ninguno de los dos quiere darlo. Al menos de momento. Quizás por eso se mantiene a veces esa tensión incómoda que llaman “obsesión”, porque algo no se ha decidido aún entre los dos…

¿Qué relación habría entonces entre la intuición que me dice que “no” y esa tensión que me dice que “si”?

Pueden ser varias cosas. Depende. Como por ejemplo la simultaneidad de dos intuiciones que sentimos contrarias: la intuición de que no es el momento idóneo para que nos encontremos, y a la vez la intuición de que esa persona es la idónea en un futuro posible. Pero normalmente esa lucha interna siempre representa la lucha entre la intuición y el intelecto, entre lo que conscientemente crees que te gustaría y lo que inconscientemente sabes que no te corresponde. El intelecto es un guerrero tonto, que se empeña una y otra vez en atravesar el muro justo por la puerta cerrada, y sólo porque le mola la idea de sí mismo atravesando esa puerta, ya ves, algo casi estético. Esa puerta con la que nos obsesionamos corresponde a un ideal infantil previo, por eso nos enamoramos a primera vista, por ejemplo. Pero el ideal, cuando la intuición lo contradice, nos entrampa, porque renunciar al ideal suele resultar doloroso.

Anda que no hay veces que te enamoras de alguien que no te conviene…

Eso es distinto, y hay que entenderlo bien… Lo que te convenga o no te convenga no tiene por qué ajustarse a lo que tú creas que te conviene o no. Puedes dirigirte a una experiencia dolorosa o decepcionante, pero quizás es lo que te conviene.

En magia no se considera que pueda haber error. Si sucede, decidimos que convenía, y entonces inventamos un sentido para ello. Incluso aunque consideres que no hiciste caso a tu intuición, también a esto puedes darle un sentido, y convertirlo en un aprendizaje. Siempre estás a tiempo de transformar un error en un acierto. El drama de la culpa es siempre tonto e innecesario.

Y esto no es engañarse. O sí, porque todo lo es. Cualquier historia que nos contemos es engañarnos.

También cuando te quejas de haberte equivocado, de haber perdido tiempo con alguien, te engañas, y lo haces porque, para considerar que no lo has perdido, tendrías que aprender algo que te da mucho miedo aprender. De lo que hablo entonces es de engañarse de forma más inteligente, más consciente, más valiente, menos dolorosa.

La inercia que llevamos la mayoría es a repetir lo ya conocido cuando nos enamoramos. Pero me interesa mucho eso que has dicho antes de poder construir creativamente la pareja que ambos deseen…

Tal y como yo lo entiendo, el enamoramiento no tendría que ir asociado necesariamente a crear una relación de pareja. Porque el enamoramiento es un truco de nuestra biología para que procreemos. Nos sumerge en un periodo de fusión con el otro, de concentración.

Lo que ha sucedido es que has detectado a alguien que tu biología desea como padre o como madre de una futura cría. En el fondo el romanticismo y la pasión nos utilizan, somos instrumentos de una inteligencia que nos sobrepasa. Y esto es bello comprenderlo.

El problema es asociar ese impulso a una construcción cultural determinada, como la pareja. No. Alguien puede ser el progenitor perfecto para nuestros hijos, pero una pareja nefasta para nosotros.

Si el enamoramiento es “sólo” la detección de un futuro “padre” o “madre” para nuestras crías, ¿qué hay de las personas homosexuales que se enamoran? ¿Qué otros factores están involucrados en el acto de enamorarse?

Creo que el enamoramiento, entendido como te he explicado, siempre busca la procreación. Aun en el caso de que conscientemente entendamos que no es posible tener descendencia biológica directa entre ambos, al menos con nuestros conocimientos científicos actuales. Si soy hombre y me enamoro de otro hombre, mi biología está eligiendo igualmente a alguien que considera un buen progenitor para una hipotética progenie. Algo en nosotros, a nuestras espaldas, entiende que las características del otro, unidas a las nuestras, crearían un ser humano que nos gustaría aún más que nosotros mismos, y aún más que el otro. Y esto sucede tanto entre homosexuales como entre heterosexuales que se sepan estériles, por ejemplo. También sucede en el caso de que conscientemente tengamos claro que no queremos tener hijos biológicos nunca. Y sucede así porque la procreación biológica sólo es metáfora de otra procreación más profunda. Toda unión de dos es concebida para crear un tercer elemento que trascienda esa unión. Este es un principio alquímico. Y para que la creación acontezca, deben unirse dos impulsos complementarios, que podemos llamar “femenino” o “maternal” y “masculino” o “paternal”, o como le de la gana a cada cual llamarlos. Y estos impulsos son independientes de la genitalidad y de eso que llaman “orientación sexual”.

Nos juntamos para procrear algo. Lo que sea. Vida biológica, una familia, un proyecto, una obra común, una empresa, una filosofía, una concepción del mundo, un habitat, un jardín, un camino, un baile, una historia… Y el enamoramiento es un mecanismo inconsciente de selección de socios idóneos. Incluso, como te decía antes, la pareja misma es una creación artística conjunta. Todas estas cosas son “hijos” metafóricos, haya o no hijos biológicos. El verbo “crear” viene del latín “creare”, que significa engendrar, y pro-crear sería algo así como engendrar hacia delante, es decir: propagar. Los “hijos” propagan un legado. Nos juntamos con alguien para aportar algo nuevo al mundo que sólo es posible aportar a través de esa unión. Cuando no existe esa creación, sea en la forma que sea, la unión deja de tener sentido. Asociarse con alguien para nada es una estupidez.

Y entonces, si estáis enamorados, ¿cómo hacer para que eso funcione como pareja?

No tiene por qué funcionar. Ya veremos. A veces lo mejor es que algo no funcione. A veces la desgracia es empeñarse en que algo funcione. Además todo funciona hasta que deja de funcionar. O a veces te mueres antes de que deje de funcionar (risas).

Simplemente creo que es importante que seamos conscientes de qué es cada cosa en sí misma, para no ser prisioneros de un convencionalismo que no hemos elegido, para poder deshacernos de todos los apriorismos con los que nos han cargado, de todas las cosas que hemos dado por supuestas.

Saltar al vacío…

En realidad estás saltando al vacío siempre. Seas consciente o no, estás saltando al vacío. Si no eres consciente, te vas a dar cuenta más adelante, no te preocupes. Estás entrando en algo desconocido por muchas veces que hayas entrado, porque siempre es distinto.

Sin embargo, si estás preso de una convención, te crees que eso es algo determinado, algo ya convenido previamente, claro, definido. Y entonces crees que no estás saltando al vacío, porque estás intentando olvidar que ya lo has hecho.

Estás utilizando la convención para no asumir la incertidumbre, el vértigo. Y por eso vienen las desilusiones después. Creías que ibas agarrado, seguro, que sabías qué tenías entre manos. Pues no, lo siento mucho, no tenías ni puta idea. Nunca lo sabemos. Al menos conscientemente, nunca lo sabemos.

Entonces podrías formar una pareja saltándote la fase del enamoramiento. Si el enamoramiento es una fase de locura transitoria biológica, y la parte de más consciencia es lo que ocurre después…

De hecho hay parejas que no se enamoraron nunca, y que se mantienen unidas a través de todo tipo de tormentas. Son parejas basadas en un acuerdo concreto y explícito, en una alianza táctica, pragmática, para facilitar y mejorar sus vidas, sin pretender que determinados sentimientos tuvieran nada que ver en todo esto, sin pretender ser otra cosa, aunque pudieran convertirse luego en otra cosa, o no.

En estos casos primero es la pareja, y a veces luego algunas parejas se enamoran, además. Pero no es necesario, puesto que no tiene absolutamente nada que ver con el pacto. Incluso, a veces, el enamoramiento rompe la pareja. El enamoramiento de una de las partes.

¿Y qué es lo que uniría a esas dos personas “no enamoradas”?

Creo que la sensación de ser un equipo, de amistad y complicidad, de que ambos se ayudan a ser lo mejor que pueden ser, la sensación de que, de alguna manera, eso amplía y expande sus vidas, de que aumenta su sensación de felicidad y bienestar, de poder y serenidad. Esto podría ser una idea del amor, tan válida como otra cualquiera.

¿Tú me proporcionas algo que yo no tengo, y yo te proporciono algo que tú no tienes?

Nadie te puede proporcionar algo que tú no tengas. Sólo te pueden proporcionar lo que ya tienes.

Sin embargo hay gente, efectivamente, que entiende el amor de esta forma, como una forma de necesidad, como un negocio. Para mí esta idea del amor nunca podrá hacernos sentir bien, puesto que surge de una carencia que sientes tener, y tu relación se basará entonces en pedir y en esperar, en dar mirando de reojo a ver si recibes de vuelta lo acordado.

Cuando amas de esta manera, estás utilizando a la otra persona. No quieres lo mejor para ella, sino que te aporte lo que crees que te falta, que no se vaya nunca para que tú no te quedes sin ello. Y entonces aparece la posesividad. Y la continua insatisfacción y decepción. Porque tu carencia es un pozo sin fondo. Mientras se lo pidas a otro, no lo tendrás. Ya no eres un bebé. Y el otro jamás podrá dártelo.

Pero yo no hablaba de este tipo de relación. Para formar un equipo no tiene por qué existir necesidad. De hecho, cuanta menos necesidad, mejor funciona el equipo. Un equipo de mendigos es un desastre asegurado. Para mí un equipo tiene que basarse en la admiración mutua.

Sería así: A través de ti me doy a mí mismo algo que creía no tener, no porque no lo tenga, sino porque gracias a ti, lo veo al fin en mí. Y viceversa. Entonces el otro no es un instrumento para un fin, sino un compañero en un viaje infinito, un continuo encuentro conmigo mismo, con esa parte de mí que me enseña cómo ser mejor.

¿Crees que es más saludable vivir en pareja? Las encuestas dicen que las personas casadas viven más. Sufren menos infartos, etc…

Habría que ver bien en qué se basan esos datos. Pero creo que lo importante aquí es la sensación de soledad emocional, estés en pareja o no. Si te sientes solo emocionalmente, tu organismo sufre desamparo, y tu salud se resiente.

Esa sensación de soledad emocional puede sentirse también estando en pareja. De hecho es más probable, incluso más profunda, puesto que en pareja uno no puede justificarse esa soledad de ninguna manera. Incluso en relaciones sentimentales de tres o más personas, las cuales quiero hacer constar que hemos obviado, cuando cada vez se dan más a menudo. Pero en todo grupo, las relaciones siempre son individuales, tú con cada uno de los miembros del grupo. Se trata de varias parejas que experimentas a la vez. Es decir: siempre hablamos de parejas en el fondo. Pero en cuanto a la soledad que se puede sentir, da igual el número de miembros en un núcleo sentimental. Porque es algo que tiene que ver contigo, y no con quien estés. Cuando la pareja nace del miedo a estar solos, estar en pareja os acaba haciendo sentir aún más solos. O dicho de otra forma: Cuando tienes miedo a estar solo, deseas estar solo sin saberlo, y entonces buscas parejas con quienes sentirte así.

Por eso cuando quieres a toda costa encontrar a alguien, es cuando más necesitas ser honesto y estar solo.

Y cuando quieres estar solo por lo bien que te sientes así, es cuando más preparado estás para encontrarte con alguien…

Elsa Bonafonte

elsa@psiquentelequia.com

http://www.psiquentelequia.com/david-testal-amor-pareja/

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